ENTRE EL REVUELO de voces que recibió al fallo del Tribunal Supremo en el caso de la empresa Hobby Lobby, muchos izquierdistas reservaron incisivas palabras a la Ley de Protección de la Libertad Religiosa, el código federal en el que se fundamenta la sentencia.
El izquierdista Centro para el Progreso Americano instaba al Congreso a rebajar los mecanismos de protección contenidos en la ley, y la bitácora editorial del New York Times recordaba oportunamente al votante que "las intervenciones del Congreso pueden revocarse o modificarse si hay en ejercicio legisladores buenos". La Fundación para la Libertad de la Religión contrataba publicidad a toda plana insistiendo en que "el Congreso ha de derogar la Ley de Protección de la Libertad Religiosa". Hillary Clinton echaba madera al fuego, informando a los presentes en Aspen, Colorado, que la interpretación del código por parte de la instancia judicial recuerda a la clase de teocracias "muy inestables y antidemocráticas" en las que los hombres explotan "a la mujer y los cuerpos de las mujeres... a causa de su religión, su secta, su tribu".
La ley que Hillary Clinton y el resto encuentran tan inquietante hoy, por supuesto, fue aprobada por el Presidente Bill Clinton en 1993. El Congreso había tramitado el borrador con desproporcionado apoyo bipartidista; el izquierdista Ted Kennedy y el conservador Orrin Hatch fueron sus principales impulsores en el Senado. "Que no se nos ocurra nunca que la libertad religiosa nos impone a alguno de nosotros el deber de alejarnos de nuestras conciencias", dijo Clinton en la ceremonia de aprobación. "Respetemos la confesión del prójimo y luchemos a muerte por proteger el derecho de todo estadounidense a ejercer [sus] convicciones". La mayoría de los Demócratas, como la mayoría de los Republicanos, compartían por entonces esa opinión.
La ley de libertad religiosa de Bill Clinton no es la única que los Demócratas de izquierdas miran hoy con desprecio.
El Presidente Bill Clinton aprueba la ley de reforma de lo social el 22 de agosto de 1996. Mediante un maridaje de obligaciones laborales y límites de prestación, la ley sacó de las cuentas del estado a miles de afiliados. |
Bill Clinton es igual de popular entre los Demócratas que siempre, puede que todavía más. Cobra cantidades excepcionales por conferencia. Los candidatos se disputan su apoyo. Según un sondeo reciente, es el presidente más popular de los 25 últimos años.
Pero un "Demócrata del linaje Bill Clinton" no tendría ninguna posibilidad en el seno del Partido Demócrata moderno. Eso incluye a Hillary Clinton, que — en la práctica, no siempre en términos explícitos — ha rechazado ya la herencia de su marido en cuestiones que van del matrimonio homosexual a Cuba, pasando por la política tributaria.
"La polarización no es unidireccional", observa el experto en sondeos Andrew Kohut. Desde los tiempos de Bill Clinton en la administración, los "Nuevos Demócratas" centristas de los que él era adalid se han visto condenados al ostracismo. Los Demócratas "son mucho más de izquierdas socialmente que hace una década, más partidarios de un gobierno intervencionista, más abiertos a endurecer la regulación de la actividad económica", escribe Kohut. Y la oportunidad llama a quienes desplazan a la formación todavía más a la izquierda.
Los Demócratas adoran a Bill Clinton. ¿Y las prioridades que él tenía cuando pasó por la Casa Blanca? Menos. La formación rehusó elegir candidata a su mujer cuando ella se postuló a presidente en 2008. No está claro en absoluto que las bases Demócratas, de cara a 2016, hayan cambiado de postura.
(Jeff Jacoby es columnista del Boston Globe.)
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