EL ESTADO ISLÁMICO ha hecho de la decapitación de las víctimas un elemento clave de su campaña de terror y conquistas. Lo más visible de las últimas semanas han sido los asesinatos de los occidentales James Foley, Steven Sotloff y David Haines, cuyas cabezas amputadas y cadáveres decapitados de cuerpo presente han sido mostrados vistosamente en amenazadores vídeos producidos por los yihadistas. Durante los años transcurridos desde el 11 de Septiembre, otros grupos islamistas terroristas han difundido vídeos de decapitaciones igualmente repulsivos. Entre las víctimas previas se contaron el periodista Daniel Pearl, el empresario Nicholas Berg y los contratistas Jack Hensley y Eugene Armstrong - todos estadounidenses decapitados por Al Qaeda.
La pasada semana, en tanto, la policía australiana detenía a 15 sospechosos relacionados presuntamente con el Estado Islámico; se les acusa de conspiración para decapitar públicamente a una víctima secuestrada aleatoriamente.
¿Qué motiva esta obsesión con cortar la cabeza a la gente?
Claramente los terroristas disfrutan enormemente con el horror que la decapitación provoca en América y en otras democracias occidentales, así como con el miedo que despierta entre los kurdos, los chiítas y los demás efectivos locales que se interponen en el camino de su institución. La guerra psicológica es un elemento esencial de la estrategia militar del Estado Islámico, escribe Shashank Joshi, un analista del Real Instituto de Estudios de la Defensa y la Seguridad de Londres. Aun estando claramente en minoría, el Estado Islámico ha logrado granjearse su reputación de brutalidad implacable "hasta el punto de disuadir a los efectivos militares iraquíes de llegar a presentar batalla". Y asesinando a rehenes estadounidenses o británicos con tan sádico disfrute, pretende intensificar los deseos de lavarse las manos en la implicación en Irak de una vez por todas de muchos en Occidente.
Pero hay otras formas de sembrar el terror, otros medios grotescos de cometer asesinatos colectivos -- atentados suicida, agentes químicos, secuestros. ¿Por qué el hincapié en las decapitaciones?
Parte de la explicación sin duda reside en que la decapitación tiende a despertar más atención que los atentados suicida o los vehículos explosivos. Tan letales como son, coches bomba o tiroteos han perdido gran parte de su factor sorpresa a los ojos occidentales. Se precisa de un número elevado de pérdidas personales que lamentar para que un atentado en Irak atraiga tanta atención mediática convencional como la decapitación de un único rehén a manos de un islamista angloparlante que maneja un cuchillo. Los terroristas anhelan atención pública, quizá ahora más que nunca, en la era digital. El Estado Islámico y los demás grupos yihadistas disponen de muchas formas de cometer asesinatos colectivos. Para generar un espectáculo que no pase desapercibido - y que estremezca - en todo el mundo, separar la cabeza del cuerpo de un periodista estadounidense o de un empleado humanitario europeo, y luego subir el vídeo a internet es algo difícil de superar.
Pero aun así, también las decapitaciones pueden perder su factor sorpresa. No hace tanto que la decapitación era una pena corriente en la cultura occidental. En 1977 nada menos, la guillotina seguía vigente como medio de ejecución en Francia. En la era colonial, las cabezas degolladas de los criminales eran a veces expuestas en los jardines de Boston Common. Además, los videojuegos modernos y las imágenes ultra-realistas generadas por ordenador facilitan más que nunca la inmunización a prácticamente cualquier imagen o escena, por horrorosa, íntima o intensa que sea.
Pero la decapitación no es simplemente una moda.
La pasión islamista por la decapitación reviste algo más que guerra psicológica o hambre de fama. También está la teología y la historia musulmanas, y un mandamiento que se remonta al Corán. En un estudio publicado en 2005 por el Middle East Quarterly, el historiador Timothy Furnish cita el célebre pasaje de la Sura 47:4: "Siempre que te topes con infieles, habrás de rebanar sus cuellos". Durante siglos, observa Furnish, "los eruditos islámicos de referencia han interpretado este verso de manera literal", y a lo largo de toda la historia islámica abundan los ejemplos.
Pero aun así, los líderes occidentales siguen insistiendo en que la decapitación de "los infieles" no guarda parentesco con la perspectiva confesional de los yihadistas.
"Siempre que te topes con infieles, habrás de rebanar sus cuellos", ordena el Corán. Eruditos islámicos de referencia han interpretado este verso literalmente durante siglos. A lo largo de toda la historia islámica abundan los ejemplos de decapitaciones colectivas. |
La pasada semana, después de que el empleado humanitario británico David Haines se convirtiera en el tercer rehén occidental decapitado por el Estado Islámico, el ministro británico de inmigración James Brokenshire tuvo la ocurrencia de acudir a una mezquita londinense para anunciar que las "atroces" decapitaciones "no tienen nada que ver con el islam". En una reunión internacional de urgencia celebrada en París la misma jornada, el Ministro galo de Exteriores Laurent Fabius insistía de igual manera en que ni el Estado Islámico ni sus "degolladores" eran "representativos del islam".
El Presidente Obama hace la misma afirmación repetidamente. Al dar a conocer las nuevas medidas militares contra el Estado Islámico (también conocido como ISIS o ISIL) durante una intervención televisada este mes, afirmó de forma categórica: "El Estado Islámico de Irak y el Levante no es islámico ".
Por desgracia, el Estado Islámico de Irak y el Levante discrepa. Y también los musulmanes occidentales radicalizados que acuden en masa a Oriente Próximo a unirse a su brutal yihad, estimulados muchos de ellos por los vídeos propagandísticos protagonizados por la decapitación de "los infieles". Para millones de musulmanes moderados y pacíficos de todo el mundo, la decapitación en nombre del islam puede parecer una tremenda adulteración de la confesión que adoran. Para una minoría islamista fanatizada, es simplemente lo que exige Alá.
Puede que lleve tiempo destruir a ese enemigo, pero el primer paso desde luego es llamar a las cosas por su nombre.
(Jeff Jacoby es columnista del Boston Globe.)
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