LOS PRECIOS DEL CRUDO se están hundiendo. La gasolina está hoy más barata que la leche. ¿Por qué no hace algo Washington de una vez?
Desde que tocara máximos en junio, el precio del petróleo se ha dejado ya un 25%. El selectivo del West Texas en el mercado de futuros ha caído en picado hasta rondar los 77,40 dólares el barril, mínimo de los tres últimos años, mientras el Brent, la referencia global, se hundía en la sesión del lunes hasta tocar su mínimo de los últimos cuatro años.
Los precios del petróleo, estables durante mucho tiempo en torno a los 100 dólares el barril, se han hundido últimamente hasta mínimos de los últimos años. |
Con el crudo más barato llega la gasolina más económica. El precio medio de la Normal a nivel nacional se sitúa hoy en 77 centavos el litro de gasolina solamente. Los conductores no han podido repostar tan barato desde diciembre de 2010. Tampoco han visto una caída tan sostenida del precio - lleva 46 jornadas bajando de manera ininterrumpida - desde 2008. Según la mutua Triple A, "el precio medio nacional podría bajar entre 5 y 15 centavos más durante las próximas semanas, lo que vendría a ser el precio más económico de la gasolina por Acción de Gracias en la última década".
Claramente el Estado ha de intervenir en esta situación. ¿A qué esperan el Congreso y el presidente?
Me estará usted mirando como si estuviera loco.
Quizá se deba a que usted sabe que una caída de esta magnitud en los precios del crudo se traduce, como observa el economista Michael Levi, del colectivo Council on Foreign Relations, "en más de 200.000 millones de dólares de ahorro del consumidor estadounidense, a través de precios más bajos de la gasolina, el diésel, el queroseno y la calefacción". Quizá se deba a que usted ha visto los cálculos que dicen que el petróleo más barato podría disparar el PIB de América alrededor de un 0,4 por ciento. Quizá se deba a que usted sabe que la reducción de las facturas a pie de surtidor viene siendo un regalo del cielo para la patronal de los transportes: Los títulos de las aerolíneas, por poner el ejemplo más dramático, vienen registrando subidas maratonianas, y parecen ir camino de presentar sus mejores resultados por ejercicio de los últimos 20 años.
De manera que solamente a alguien totalmente falto de sentido común económico se le ocurriría exigir que legisladores o agencias de regulación "hagan algo" con el cambio de tendencia en los precios de la gasolina y el crudo, ¿no?
Y sin embargo, cuando los precios de la gasolina o el crudo suben, los políticos y sus forofos claman sangre. Juran "combatir" a las grandes petroleras, abrir investigaciones por "manipulación del precio de mercado" por parte de especuladores del sector energético, o despojar de sus deducciones fiscales a petroleras y gasistas. Pierden los papeles con "el chorro de beneficios" de las petroleras. Arrastran a los consejeros de las empresas energéticas al Congreso. Les imputan "especulación".
Este pasado mes de junio, cuando el crudo cotizaba a 108 dólares el barril (unos 12 dólares por encima de las cotas rozadas en enero), el senador por Vermont Bernie Sanders y 17 impulsores Demócratas presentaron una legislación que obligaba a la Comisión Reguladora del Mercado de Futuros a activar competencias extraordinarias para "combatir las actividades especulativas en los mercados de futuros". No era la interacción entre la oferta y la demanda lo que empujaba al alza los precios, afirmaba Sanders, eran "las grandes petroleras y los especuladores del sector financiero".
Menos de cinco meses después, con los precios de los combustibles en mínimos que no se veían en años, Sanders ha perdido cualquier interés en la materia, y ahora busca otros molinos contra los que cargar. Pero como señala el economista de la Universidad de Michigan Mark J. Perry, si el anteproyecto de ley de Sanders ya no tendría sentido hoy, en junio tampoco lo tenía — con independencia del cambio del crudo en el mercado de futuros o en el parqué.
Si los diabólicos "especuladores" fueron los culpables de la subida de 12 dólares por barril de crudo registrada entre enero y junio, Perry pregunta de forma retórica en su provocativo blog de economía, ¿no deberían de haber recibido reconocimiento esos mismos especuladores por la gran caída en el precio del crudo de junio a noviembre? ¿O "hemos de suponer que los avarientos especuladores toman posiciones en el mercado de futuros solamente cuando 'huelen beneficios' en las escaladas de los precios del barril, pero luego se esfuman cuando los precios caen?"
En la mayor parte del país, la gasolina es hoy más barata que la leche. |
Debería ser evidente que los corredores de bolsa ganan dinero - o lo pierden - de las dos formas. (El Wall Street Journal hablaba hace poco de varios gestores de fondos de riesgo que se habían anticipado juiciosamente al futuro y habían rentabilizado su apuesta por una caída progresiva del barril en el mercado de futuros). También debería de ser evidente que la reciente caída libre de los precios de la gasolina y el crudo dista mucho de ser una bendición sin paliativos. Está provocando problemas sustanciales en importantes sectores de la economía — desde las grandes petroleras que ven contraerse al mínimo sus márgenes de beneficio a las pequeñas empresas de prospección, que no pueden sobrevivir cuando el crudo se hunde, pasando por los concesionarios de automóviles en dificultades para vender híbridos y turismos de bajo consumo.
Pero los políticos amigos de la puesta en escena no harían sino agravar las cosas. Las fuerzas del mercado, no un sindicato de canallas, explican las fluctuaciones de los precios. Gracias al apogeo de las tecnologías de frácking para la explotación de yacimientos no convencionales en América, la oferta del crudo es inusualmente prolífica; gracias al frenazo económico a ultramar, la demanda global es inusualmente baja. Cuando el ascenso de la oferta se topa con una demanda en caída libre, el precio cae en picado. A medida que las circunstancias cambian, el comportamiento se invierte. La volatilidad es normal.
De manera que no — el Estado no tiene que "hacer" nada con los precios de los combustibles. Cuando la gasolina cuesta 77 centavos el litro, la mejor política energética es una economía libre y robusta. También es la mejor política a cualquier otro precio.
(Jeff Jacoby es columnista del Boston Globe.)
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