"TEMO QUE Putin me matará", declaraba a un portal ruso el opositor Boris Nemtsov el 10 de febrero. Estaba muerto antes de acabar el mes. El carismático líder de la oposición y antiguo primer ministro en funciones de Boris Yeltsin fue asesinado en el corazón de Moscú una noche de viernes mientras transitaba por un puente próximo a la Plaza Roja, a escasos metros de las murallas del Kremlin. El crimen, parece obvio, fue obra de un profesional. Nemtsov fue alcanzado por la espalda con cuatro disparos efectuados por hombres armados que se dieron a la fuga en un vehículo idóneamente preparado sin que las cámaras de seguridad próximas, que se encontraban misteriosamente apagadas, registraran el crimen - acaecidos los hechos en una zona de la capital rusa que normalmente rebosa efectivos de seguridad y dispositivos de vigilancia electrónica.
Putin es un frío totalitario y corrupto entrenado por el KGB, no alguien con quien Occidente "pueda tratar" - como dijo Margaret Thatcher de Mijail Gorbachov. |
Fue un crimen calculadamente impactante, el asesinato de mayor protagonismo perpetrado desde la era Stalin, y la maquinaria propagandística de Vladimir Putin se puso inmediatamente a sacar tajada. El dictador ruso declaraba encargarse personalmente de la investigación del crimen de Nemtsov, que su responsable de prensa tachaba de "provocación" concebida para dar mala imagen al gobierno. Con un cinismo casi impresentable, los detectives especulaban con que uno de los demócratas liberales más famosos de Rusia hubiera sido víctima y mártir de sus propios aliados, en un intento de cosechar popularidad.
"Nemtsov pudo haber sido una especie de sacrificio para aquellos que no se detienen ante nada a la hora de alcanzar sus fines políticos", insinuaba el responsable de prensa Vladimir Markin. Mientras tanto, el Pravda - portavoz de Putin - publicaba una columna que tachaba el asesinato de "operación orquestada por la CIA" y "el intento más reciente de desestabilizar Rusia por parte de Washington". Michael McFaul, antiguo embajador estadounidense en Rusia, destacaba en Twitter que estaba siendo bombardeado por miles de mensajes que reproducían el discurso de "Estados Unidos mató a Nemtsov".
En la Rusia que ha levantado Putin, las manipulaciones tan flagrantes del Estado son incisivas, promocionadas sin cesar por un régimen que manipula los medios convencionales y el ordenamiento jurídico para destruir a sus críticos y estrangular a la oposición democrática. El paso de Putin por el poder ha visto la eliminación de un abanico asombroso de particulares molestos: Valientes periodistas como Anna Politkovskaya, Anastasia Baburova, Ivan Safronov y Paul Klebnikov. Activistas de los derechos humanos como la historiadora Natalia Estemirova o el letrado Stanislav Markelov. Confidentes de alto nivel que incluyen al en tiempos funcionarios de la Inteligencia rusa Alexander Litvinenko y al contable Sergei Magnitsky. Son solamente unos cuantos de los múltiples enemigos de Putin que han sufrido muertes prematuras. Otros detractores han sido neutralizados de otras formas, desde largas penas de cárcel por cargos sospechosos al exilio forzoso.
¿Ordenó Putin el asesinato más reciente? Como destacaba el antiguo campeón de ajedrez y veterano amigo de Memtsov Garry Kasparov durante el fin de semana, que Putin diera o no la orden es irrelevante. El caudillo ruso "es directamente responsable de la creación del clima en el que se están produciendo estos escándalos con frecuencia tremenda". Lo que los propagandistas y los tentáculos de Putin han perpetrado en Ucrania, Chechenia y Georgia - incitar al odio y la violencia contra los rivales más débiles y demonizar a todos los críticos por traidores, quintacolumnistas y enemigos de Rusia - lo ponen en práctica dentro del país contra los reformistas democráticos y los disidentes liberales.
En tal clima de miedo, preguntar por la identidad de quien dio la orden no tiene ninguna importancia. Hay que preguntar más bien quién va ser el próximo cuyo asesinato será ordenado ahora.
Y hay que hacer una pregunta más acuciante: ¿Cuándo dejarán los legisladores estadounidenses de dispensar al régimen de Putin un trato distinto al de sindicato del crimen organizado que es?
Para quienes tienen ojos en la cara, las prácticas de Putin no han sido nunca un misterio. Es fríamente corrupto y agresivo, un totalitario entrenado por el KGB que sigue lamentando el colapso de la Unión Soviética, cosa que ha llamado "la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX". A diferencia de Mijail Gorbachov, Putin no es un líder ruso con el que Occidente "pueda tratar". Es un matón, alguien que no tiene ningún miramiento en su búsqueda personal del poder, la riqueza y la destrucción de sus detractores.
Pero los líderes estadounidenses vienen negando la mayor constantemente. George W. Bush miró reconocidamente a Putin a los ojos, "escrutó su alma" y llegó a la conclusión de que el otrora coronel del KGB era "muy franco y digno de confianza". Barack Obama pretendió "relanzar" las relaciones con Moscú durante su primera legislatura, y durante su segunda prometió todavía más "flexibilidad". Putin les cogió la distancia y actúa en consecuencia: aplasta Chechenia, ocupa Georgia, se anexiona Crimea e interfiere en defensa de Siria e Irán - todo al tiempo que desmantela la oposición democrática de Rusia, saquea su patrimonio y recuerda periódicamente a cualquiera con mala memoria que quien se interpone en su camino tiene muchos números para morir joven.
Washington puede dar sentido a la muerte de Nemtsov emulando la resolución y el valor que él mostró cuando estaba con vida. Los pésames no van a frenar las agresiones de Putin. La firmeza es harina de otro costal.
(Jeff Jacoby es columnista del Boston Globe.)
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